Tantos son los ecos, este laberinto consagrado. Mi mano apretando el último peldaño de esta pared inamovible. Pared de perros, de arrecifes con olor a ti, de naranjas y tules que se devastan en este tu laberinto. Sabés que son los ecos, los temores, los buitres que arremeten en épocas de estío los que me han paralizado. Sus picos llenos de lágrimas sediciosas, sus vivos ojos de Noviembre que me quieren encontrar. Pero recuerdo la noche tras el laberinto, tras los cuchillos afilados, tras aquella iluminación Avellaneda. De los mares de rostros, de los hijos de Sísifo que se quieren encontrar. Luego volteo, volteo y miro, es tu luz, si!, tu luz dentro del laberinto, dentro de este, tu laberinto consagrado.
viernes, 10 de febrero de 2012
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