sábado, 25 de abril de 2009

LA SRA CLOD

La Sra. Clod. no era uno de aquellos seres que se los olvida con facilidad. Aquel escozor que impacta, que se recrea en nuestro destartalado significado atrae a un placer sutil en principio y el hastío del todo en derredor. Luego un poco tardío aquel mórbido sentimiento surge y una respuesta irreductible es aquel aleteo de sus bronces que oculta. Y allí está, o parcialmente está, sin una respuesta totalmente clara. Borrosa imagen, como el vapor en un cuarto de baño destrozando a aquel rostro que se digna en sonreír mientras se diluye, y cuanto más rápido ocurre aquella disolución más grande se hace aquella intriga, el estado de aquella importancia que damos por llamar curiosidad, ¿donde ocurrió?, preguntamos, y aquella sensación confortable de la memoria enraizada en unos corvos nos retoma, como tornos hacia tierra se han dirigido, como si la gravedad los hubiera llamado y ellos dispuestos se han tornado gustosos hacia el centro. No tuviera importancia alguna si estos corvos guiados como a los de un balestrillo o a los de un dosel niquelado estuvieren, pero ellos, y eso es lo que producía aquella cruel superficial apetencia, de veros a aquellos constitutivos de un senecto cruel, de la Sra Clod. Ella de un rostro alargado, de mentón empinado y una blanca tes eslava vemos, y de igual forma como unos pómulos ensancharse levemente en sus bordes. Una nariz alargada continúa donde los años la han manchando lentamente. Pues no solo era el lunar ubicado en el bordillo de la fosa nasal izquierda, sino que una protuberancia sobresalía hacia la parte superior, una antena inhóspita en un inhóspito costado, a nivel del ojo derecho se posaba reluciente mientras su pálido tez ocultaba sus enormes ojos negros tan profundos y a los gatos pardos en su camuflar. Que todo su peso y el de su joroba caían tremendos en sus delicadas piernas deterioradas por tantos años supongo. Doblábase a la izquierda primero a la derecha luego con lento ritmo, con satírica certeza que su fin no tarda. Y Clod., con sus cortos cabellos blancos, con sus ropajes senectos, con toda aquella pavorosa seguridad del homínido que no está en perfecto erguido y con sus tembladerales miembros se deslizaba por el supuesto espacio. Las sensaciones que emana desde su balaustro, desde sus rejas, de sus límites que los míos no daban cabida ya para aceptar y es por eso supongo que hay una puerta y cadenas. Primero suspicaz no advertía su presencia y es más que en el día no recordaba que esta persona de cierta manera tan real que pertenecía al mundo de los conjuntos estuviera presente. Cuando recordaba, el desprecio recordaba sumado todo por lo antes expuesto a esta criatura del todo esquiva. Tan es cierto que sus brazos colgaban tan graciosamente como los del chico que acompañaba a la princesa de los mil años o aún más que le colgaban a T. S Garp cuando en su fin procreaba. Pero acá ese aquel mismo gracioso impulso constituía tan solo un elemento más de todo aquel sistema de imposibilidad, crueldad y engaño. Aquella postura inferior, de ira ante todo al más mínimo cambio allí se confundía entre los matices de la noche Avellaneda. De las sombras, de los sonidos tibios y tratabillados, sus idas, sus venidas del baño. De sus salidas esporádicas, más aún de sus permanencias con sus sonidos y sus sombras, y las sombras de sus arácnidos compañeros y sus telares irreductibles. Ella creada y los milenios, preparada quizás tan solo para aquello. Ahora que yo la observo con suma impaciencia ante todo, que mi ansiedad al servicio de la noche se ha posado como aquel velo que lo cubre todo de incertidumbre, que guarda como en un secreto diario y dicotómico el ritmo, aquel diario golpeteo de los tumbs, tumbs, tumbs, aquella base rítmica de campos shamanes y la vida, del corazón que bulle, que resuena , que galopa hacia lo más profundo del ocaso, y ella tal cual aullaba, aullaba, aullaba.............

BUCLE

  I ¿Esta mar… las partículas que se desvanecen una y otra vez, en el mismo episodio creo que lo dejé..., pero ya ves, cambia y cambia de es...