sábado, 26 de septiembre de 2009

INCERTIDUMBRE


Cuando la música apareció para Dexter aún era muy joven. Todos los Lunes el inevitable hábito del viaje para la sopa de zapallo, para el alegre compartir con la abuela decía mamá y el beso de entrada siempre. Era una de las costumbres más arraigadas desde hacía mucho, de antes que le diagnosticaran aquella brutal enfermedad al abuelo.
Aquella morada que vio tocar su primera adusta sonata en los intervalos de su primitiva voz, luego los profundos signos vieron la luz de un último chanson tan raído por los rayos, la claridad que dejó a Victoria tan espléndida en aquellos vitrales y en los balcones de antaño. Preocupada por los maceteros siempre y del aceitar a todas las máquinas que viere. Aquel lugar de cientos de Selecciones apiladas entre muros viejos, húmedos con olor a naftalina; jaboneras de eucalipto en baños intactos con olor a pino, máquinas singer repiqueteando y moviendo el vacío como quien moviere el espiral abrasivo del tiempo con texturas múltiples que se intercalan en cada picotazo, (miles de ellos en unos cuantos minutos), o en aquellas revoluciones que la rueda daba tan frenética, sin duda alguna. Angostos pasillos y en lo profundo vitrosos esquineros, la morada cálida y el herrumbroso pedal de Ann amotina a todas sus direcciones. Mas su flotar se extinguía en el duro hábito del diario vivir impregnada de tantos recuerdos; los terrosos muros que se supone existían gravitaban inequívocos, los silenciosos espejos se disolvían uno a uno, maniatados en su espacio. Los cubrieron de mantos azules después de la declaración de Mayo. Libros alquilados en endeudamientos per sé, cientos de sucres invertidos en aquella empresa; la curiosidad que se sentía por los otros miles de decorados no conocidos era el culpable de noches en vela, de días en la soledad de sus páginas en donde se desplazaba intacta, la ciencia ficción enarbolaba ella, la misa de Domingo y el fuego. Bajar por la Cevallos, hacer el recorrido del Vía Flores, conversar con Diego sobre los paliativos adolescentes eran algunas directrices que se anclaban en su mente, tan natural todo se dispondría. Bajar a dedo ya era cosa del pasado; el sonido del golpe, las cicatrices posteriores de la cirugía de Manolo acabarían con aquella peligrosa rutina. Decía que debían tratarse mejor, que no acabarían así. Caminaban entonces a media marcha y los escollos del día aminoraban la distancia. Las gradas novísimas, (la Yahuira ya no era la misma) aparecían como moldes indecisos en el panorama habitual desde la Vicentina. Dexter pensaba en que ahora tendría que aguantar otra vez el zapallo que el detestaba por Mama Carmelita. Luego la idea se superponía y el asunto del noviazgo con la Fer a Diego se le había puesto belleza.
Ya al pasar por el centro se advertía una multitud de criaturas secundarias que aparecían como sombras extraviadas de un futuro incierto a un presente con tanto vaho, con tanto tufo del otro. Muy juntas siempre, tomadas de las manos unas, otros con cigarros para muchos de los primeros en sus vidas. Ya en la esquina de la Montalvo cuando todo no era sino murmullos y miradas sin par, parecía entender entonces el lío en el que estaba metido aquel otro individuo de sonrisa bonachona, de mente penetrante. La memoria de la que Dexter hacía gala, tenia unas lagunas mentales que Diego iba llenando poco a poco como quien llenare la nada con helio, como quien olvidare dejar sus huellas detrás. Una densa marea de seres compulsivos, frágiles, inexactos, con trajes diversos encaraban su suerte. Todas sus vueltas, (otras revoluciones en diferentes motores) interminables todas se veían. Ahí los del secundario masculino, allí los del femenino que se contrastaban entre el privado y el estatal. Que todos se rodeaban y sus posiciones y tiempos propios y dispares todos, ayudando con la gracia de las niñas; sus chupetes rosas, sus labios carmín a los pensamientos que Dexter tendría que formar para asegurar alguna tesis apropiada y así ayudar a que su amigo él "Mija" pueda tomar la decisión correcta. Se habría revolcado con la Katy, famosa, libertina. Después de aquella aventurilla Dexter los acompañó, con la mierda como desayuno ya que la sangrona de Cintia no le caía para nada. Mientras esos otros dos tórtolos merodeaban los interiores de la primera imprenta. Recordaba Dexter las conversaciones con las que creía poder aminorar aquel trauma de estar con Cintia. Ni las flores del jardín que se regaba por la graba, ni la brisa agradable de Mayo, peor aún ni la vista acostumbrada romántica de la ciudad le daban un respiro para esos siniestros silencios de dos. Así que apelaban con unos helados de barquillo en mano después de agradecer al rengo del carrito destartalado de helado a las ideas comunes que pudieran tener entre sí. Decía que le gustaba la cachonda de la Katy, que la Fer no era igual, que todavía decía no llegaban mas allá que de los besitos acostumbrados y eso lo estaba afectando.
Mientras poco a poco avanzaban y la multitud acostumbrada de comienzo de semana se movía convulsa. Pasar por a lado de los vendedores ambulantes de ropa era cosa de todos los días de feria. Pero cientos de cuerpos veías entre compradores muy apretados por las estrechas aceras de la Cevallos. Así que pasaban ya por los alrededores del Mercado y tendrían que alejarse en los Nardos a mas tardar. Dexter ahora con decisión departía algún recuerdo que le remordía por dentro. La Anita, novia de interminables travesuras se fue a Alemania sin más, sin decir por lo menos pío. Traicionando la relación por un viaje infructuoso que no le dejó sino tan solo marcas más duras que el recuerdo este. La traición perdonada tiempo después se vio anegada por ducha empresa, aquí Anita con palabras crueles cortó en verdad, para decir a los cuatro vientos que ella había terminado con Dexter. Tomó el avión después y lo dejó con sus madejas de incertidumbre también. ¿Recuerdas Diego la fiesta del Ambato Tenis Club?. ¿Aquella en donde la anfitrión era la cuñada de Paty, la del patio de autos de segunda mano?. Recuerdas que fuimos para arreglar las cosas. Vos con la dichosa Paty y yo con la Anita broder. Allí cuando su trato para conmigo no fue más que desprecio. Ella detrás de las rejas irreconociendo su relación con muá. Mas reconociendo firme que no estaba ahí por mí, no cabía duda alguna. Su vestido crema delicioso le cabía perfecto, me hacía saber también que yo no la iba a poder disfrutar, mas tal vez si la disfrutaría ese tal Luis Miguel que mi instinto no dejaba a la menor duda. Pero ella decía siempre, que sus amigos, que su vida, que todo -mierda como la extraño-. Y el cojudo como imperativo superior se daba cuando ingresaba por el jardín principal hacia el salón de baile. Por dentro de los céspedes, el olmo y la iluminación norteña. Un baile absurdo, amigos de siempre con algunas conquistas varias, me cansé y fui a buscar un poco quizás de paz en los bancos muy cómodos del jardín principal. La Cristina en el banco contiguo, las miles de cosas, el amor fresco con las cicatrices recientes en el decorado mordaz de aquella espera, sus ojos inclinados hacia el durazno, sus labios, el deleite de sus sonrisas en mí, el miedo por todo lo acontecido, mi mariconada al ver que ni me la acerco, ni un solo impulso por obtenerla nuevamente. Luego ya sabes Diego, mi flaqueza, el sexo débil que nos conquista, el olor a éxtasis que perdemos. La perdoné como ella abría supuesto y fuimos a donde el Pato, al edificio de siempre, cofre de nuestras conquistas. Los besos en una cofradía de cristal se escuchaban brumosos y tiernos. Y luego el viaje, el Palacios como decorado aquí , el -¿Me voy a Alemania no te lo dije?-, una y otra vez en mi cerebro, entonces que se vaya a comer un buen trozo de lo que guste en Bonn! lo que respondí. La Fer te quiere hermano, no hagas huevadas. La Katy es linda y seguro que si la dejas iré a probar suerte. Pero no es para vos, tienes a alguien que en verdad te valora por lo que eres, no por un simple calentón de primavera lo que respondió. Las cosas van a venir en cuanto el tiempo las traiga hermano, no te presiones. Ahora me voy que mi cuadra ya está muy atrás, ahora me toca el zapallo que es tan rico y saludable, tan de mi abuelita. No te olvides de contarme luego los pormenores eh!!. Mientras reían aquellas criaturas andinas se alejaban. Sus uniformes caquis, los zapatos marrones y sus sueños en juego a la deriva.




BUCLE

  I ¿Esta mar… las partículas que se desvanecen una y otra vez, en el mismo episodio creo que lo dejé..., pero ya ves, cambia y cambia de es...