Ayer vi, por vez primera una fonda algo rústica, con paredes frías , rostros algo cansos de tanto viaje, de tanto pedal a la deriva. Juraría que estaba en alguna calle de las que cruzan la Y o en las inclinadas escalinatas de la Mascota que tanto temor dan. Pero no; no era ni el frío silencio de Quito, ni los obscuros pasadizos de Ambato que tantas noches de nostalgia me dieron acogida. Mas era un lugar incierto con un despavorido desenlace como artilugio, que cayó como toda fuerza natural, con toda su potencia verdadera: violenta, inapelable, rapaz. Algo turbado andaba pensando en como podría ya acabar (comenzar quizás sea el concepto) tal vez encontrar la manera de que aquella fuerza anterior me revitalice y así poder comenzar en algún momento con esos relatos tan perezosos que no salían en ningún momento oportuno de mi maldito yo. Pensaba la mayor parte del tiempo en nada y ya sabrán que macabra forma de que el tiempo muera una y otra vez en la materia de mis rejas pestañas, en las placas de mis paredes internas. Como mis manos algo temblorosas iban ya de un lado a otro, ya mis pies hacia lugares conocidos con temor, con aquel temor que ronda en todos los interiores llenos de oquedad, llenos de azar y tinieblas . Pero quedé algo canso de la persecución anterior y volteaba a cada instante que algún sonido extraño venía a mí en forma de claves sencillas para descifrar alguna sonata en ciernes quizás mortal, ¿será Moria acaso?, ¿vendrá a destrozar lo que dice mi conciencia?, que soy yo, que no hay duda. Pero la mayor parte del tiempo no eran sino tan solo cetrinas hojas de Mayo que a cada paso me remordían por dentro con aquel crujir del Otoño que resopla con tantos cascabeles que me envenenaban una y otra vez. ¿Podría ya darme a la fuga una vez más?. ¿Podría caer en la garras de mis antiguos cazadores está vez?. Ya nada más podía ser dicho, las palabras que intersecadas por un abrupto sonido respondía a las interrogantes vacías como un mugir, un solo bruupt que se repetía una y otra vez sin que nada las pudiera detener. Me herían como dagas mohosas que dentellaban entre los violetas que recordaba. Mientras la substancia obscura que de mi vaso es llena se precipitaba hasta el interior de mi cansado cuerpo, remarcaba la idea de huir está vez lo más lejos posible. ¿ A donde?. ¿Porqué?. ¿Para qué?, sutiles disfraces.
lunes, 17 de agosto de 2009
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