Luisa estaba en la sala; todo giraba en mi cabeza y las preguntas las que nunca se acabarían una y otra vez en mi cabeza; la sonrisa de Paula y los latidos de Maurice en mi cabeza una y otra vez. Pero que pasaba en esta pequeña habitación donde años atrás me había encerrado. Las paredes infectas, las sábanas en donde había revolcado con Paula allí una y otra ves y nada más que un breve gemido de mis pupilas que se escarban en toda aquella maraña de vueltas interminables que en mi cabeza se derriten como mondas lucecillas fugaces estrellarse en el moho de mis pensamientos ya hacía mucho envueltos en capas aún mucho más cruentas de las que entonces acaecían.
El vacío que se filtraba como gas mostaza entre los muebles viejos, las manecillas de los relojes diluirse entre los fragmentos extenuados, las fisuras que se bambolean mientras el agua se precipita hacia todas las vestimentas. Toda la selección, el vacío y nada más que Holliday en aquel ajetreo de la obscuridad que es éste maldito volver. Despertar y allí como un grillete en los cojones la conciencia verreta y el yo aún más. Él, aquel yo aterido, ultrajado en medio de ésta nada de verga, obtuso en posición fetal sentía al vacío maniqueado un yo mucho más brutal y tormentoso.
Ya Maurice una y otra vez en este coco, que ya lo puedo confundir con el cuco y el cuco tan solo otra inflexión más de este vacío que se extiende entre todas esas maniatadas, de esos embolsos de tintura y fantasía otra vez en el dormitorio que me encierra, que me retiene.
No sé, tendré que ir a ver que quiere ésta maldita, marrana infecta que no sabe el paradero, que no sabrá el recorrido para todo éste laberinto y en el cuarto metido al final. En éste paralelepípedo mugroso la voz, ésta voz que me aliena, que me devasta. –Y ésta perra que no viene-
martes, 2 de septiembre de 2008
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BUCLE
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