jueves, 5 de noviembre de 2009

COLINA

Todo es tan sombrío, las claves se ocultan y la música se riega por todo el pasillo de la estancia. Las luces y el tornasol color de aquellos ojos suburbanos que en su bullir  se encuentran apasibles y solariegos en el patio de la higuera y el sonido, se vuelven prófugos y obscuros en las horas de la cena y el encuentro. Clarice en la estufa; los hornos y el clavel que resuena con sus gotas oníricas en las pencas del establo.
Los temidos brotes de kerosene en el heno y las voces que se avecinan frágiles en su adustes y traslado.
Clau como es habitual comanda todo el rito del quehacer culinario.
Las paredes integradas a la hoguera de la apetecida perdiz muestran sus gustos por el folklore, por todo el silbido andino del silencio.

...

Un Cronos desvaído al filo de nuestra cama secreta. Mira, el fin, si, es el Fin, mira. Que alivio.