lunes, 14 de diciembre de 2009

ONE TOO ONE

    Nos gustan en apariencia las mismas cosas, pero la verdad que somos tan distintos. A él le gustan los bosques escabrosos por donde quizás el Horla  en noches de grandes lunas aparezca como decorados ominosos en donde Lovecraft guardaba el nitrógeno líquido y el hacidero. A mi me gustan los campos Eliseos que Calvino describe como záfiros hilos devenidos por medio de redes arbóreas a la española tierra lo que darían como resultado Reyes Parias esfumandose por el firmamento.
Los bucólicos decorados de Joyce me importan y los domingos después de las 7pm por San Telmo.
A él, dice, que gusta del aire viciado de los suburbios porteños donde a encontrado la risa y el espanto. A mí me gustan las galerias, los cafés conchetos, los barrios del buen perfume y el suave silencio de la cadencia en la voz argentina por alguna porteña de Barrio Norte o Palermo.
Pero hay algo como para él, como para mi que nos gusta con suma impaciencia, más allá de las ropas, la modas y el cuidado; el disfraz.Tanto para uno como para el otro nos gusta disfrazarnos del otro. Un hombre bien pulido y discreto por los frios y sórdidos barrios de los suburbios porteños y otro desatinado, desaliñado en medio de vestiduras de Manhattan por los centros conchetos. Y es así que en nosotros la fría angustia del rechazo nos da este tan solo otro juego, el de intercambiarnos de roles, de disfrazarnos habitualmente el uno en el otro, para quizás así en el no aceptarnos como somos haya un cierto equilibrio, un cierto juego de puzzle que quizás algún rato descifremos.

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