Nada sintió ya la
mañana aquella de Agosto, ni los temblores que le hubieron de recorrer una y
otra vez por toda su hermosa espina dorsal ni todas las lágrimas que hubo de
derramar. En su mente, una mente algo frágil por estar abatida, allí en cama, con
su pijama ocupándole todo su extenso cuerpo, con todos los hechos que la
abrumaban se dejaba entrever un recuerdo constante, que venía a ella como en alguna
marea urgida, que trocaba en espirales concéntricos, claros momentos unos, obscuros
otros. Pero aquel recuerdo intacto, un puente en medio del mar. Una mar cayendo
a las profundidades, un sonido, una caverna. Un azul en medio de la noche
inmensa. Y uno o sea ella, caminando, entrándose paso a paso, -esa mar- , a esa caída
indescriptible, a aquella realidad aún desconocida. Pero cuando hubo de
despertar ya todo había finalizado, se veía aún mucho más joven de lo
cotidiano, siempre muy linda pero ese candor después de las noches de fiesta
hacían de aquella aún chiquilla mujer una encantadora compañía para cualesquier
aún intento de conquista.
domingo, 6 de enero de 2013
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