Fue uno de aquellos días sórdidos de
Mayo; lento, apacible. Donde la ciudad con toda esa furia en potencia se deja
distender por el aura. Por la tardía irrupción de la luz en el decorado. Que me
hallaba solo con los faroles todavía encendidos, con las piedras que reflejaban
a los árboles, su arrullo al frente del Garage de Don Tito, el viento fuerte
que nos hace esgrimir canciones alegres para pasar el rato tan temprano nos dan
cierta conciencia de infinito. Calma al principio la ciudad entera, más tarde
con la monda e intensa luz que penetra un frenesí rotundo como muchos en
extravío en el interminable escenario se espera. Sé que tienes un frío del
carajo en los pies, que se te congelan los dedos. Que piensas lo lejos que
estás del centro de la ciudad, lo lejos de la otra noche cuando te la llevaste
a pasear por Palermo. Mientras que en tu bolso solo tienes chiches de jornadas
pasadas, pura basura, numeritos de mierda, funditas de chocolates en serie y
las boletas del colectivo y del subte en tu basura portátil me dieron un puto y
vomitivo rato de asco. Te das cuenta de la peluquería que se repetía en tu
cabeza una y otra vez “lo más antes posible”, que debes dejarla allí en su
vitrina de eneldo en medio de todo ese despelote. Luego al trazar todo ese mapa virtual se difuminó algo
en ese río arriba que es nuestra vida, aquello en lo que hubiere de pender de
un hilo toda su miserable vida. No creías ni por un minuto que tu vida podía
finalizar en cualquier momento. Te mirábamos fumando aquel pitillo. Y
pensábamos al unísono de la noche en cana. De las noches de Milonga son las que
más se acuerdan. Pero tú muy tranquilo querías flamear otro de aquellos agrios
cigarrillos que detestábamos. Pura chamulla lo que te decían. Soberbio como siempre jugabas en
plano primo con todas las bicicletas que tiritaban rocío, rocío de
aquella fría realidad de fines de Otoño. Victoria Bianchinelli azafata de Lan a
lo lejos, con un cuerpo y una cabellera que relucía nos miraba ¿recuerdas? en
la intersección con Díaz Velez muy tranquila y clara. Pero tu cojudes logró
citas máximas que se esgrimían como balas de una 42.
martes, 21 de diciembre de 2010
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