I
¿Esta mar… las partículas que se desvanecen una y otra vez, en el mismo episodio creo que lo dejé..., pero ya ves, cambia y cambia de estación una y otra vez?
Nada es tan sencillo…las sombras, los ojos que emperifollados observan a la bastedad que soy, que no soy, que me basta, que me falta, la falta que aúlla como gatos salvajes en mí ahora, se aruñan y destrozan a esto que desea ser uno pero que no es nada, que no soy, que es algo que se desvanece en las sombras porque soy de Neptuno y la brisa de la cebada y del trigo ahora en mis rejas pestañas… Este sol que me abraza con hilos de fuego, que me ahoga toda esta calma de esta nada llena de todo, que no sé… y el mortero y la piedra y los ojos. Siempre los ojos que se empeñan en descubrirme, esa elemental fractura de la aliteración, la alteridad que me da su otro que no soy, nunca soy, y deseo tanto, lo deseo, como deseo tanto, tanto y no, no lo es.
¿Y mama donde andas? te escucho por entre el alfeizar de mi memoria, como te encuentro mama, a donde has escapado… Para qué la espera?, que es la espera más que vacío, nada más que vacío, y la nada otra vez que me destroza todas las sábanas de esta cama que nunca se tiende, que pasa como mis cabellos de tumbo en tumbo de nocturnal en nocturnal, en donde está toda esa magia destrozada por los años de tormentas salvajes, donde quedó todo ese hermoso pudor que me hacía vibrar con su tinte mientras que resbalaba y saboreaba todo su digital néctar… hoy el hastío, la nada, la falta de mí, la desmemoria, en donde estas mama, en donde?, en la cocina talvez?, que me haces?, unas tortillas de maíz quizás? y otra vez la brisa de 4000 metros regresa a mí y veo todo el maizal y yo hundiéndome entre los dulces trinos de la abuela trillando el trigo, arreando a la mula, deseando el regreso de Papá de la India o no, creo que esta vez es Hong Kong…quien sabe con ese viejo loco de mar.
Y es él, ese que pasa con su silueta felina, que depreda, ¿qué encandila todo mi derredor...a dónde vas?, de quién huyes?, porque no me dices ni una sola maldita palabra. ¿A dónde vas?, porque no me esperas?...
Esos bosques, la constante búsqueda de lo inevitable, las mareas que se recuestan entre los grandes árboles de Mayo me hacen pensar en el desorden, en la entropía tan ordenada que rige mi existencia y los veleros que se llevan toda aquella oquedad de niebla y avecillas, que sus marcas en todo mi extenso sirio me ahondan en laberintos mucho más oportunos y el juego, 50 al palo y ya todo silencio otra vez.
Ma, ya vez que papi nunca llega, que todo es una maldita levedad del asombro, un acostumbrarse a las reglas del vacío, el entrenarse para esforzarse y hacer el mejor papel en escena, en esta u otra escena que venga con finales cerrados y el feliz regreso de Papá de los campos ocultos y los bastos juegos del Go y el churo me hagan querer vivir entre las variables de la matemática más eficiente y la cama, y la maldita cama otra vez, ma!!, papi no regresa, parece un Cronos desvaído en medio de nuestra cama sinietra, mira, es el fin, si, mira, que alivio.
Ambato, 2017